sábado, 4 de junio de 2016

La Habana, Oh, La Habana

Confieso que La Habana es una de las ciudades que más amo y admiro. Mis amigos más cercanos saben lo mucho que la añoraba cuando estaba lejos. En La Habana encontré respuestas a muchas preguntas sobre la esencia humana y de mi propia existencia, conocí, la amistad, redescubrí el amor y saboree algunos triunfos. En la Habana lloré, reí, perdí y gané sobre todas las cosas. Renaci muchas veces de esas muertes cotidianas que te aniquilan y luego te resucitan lleno de ferocidad y de ternura.
La Habana tiene el encanto del Malecón y sus olas, el asombroso patrullaje de su coches antiguos, la atrayente presencia del eclecticismo de una arquitectura en ruinas y el exótico ajetreo de sus calles entre un montón de etcéteras, su gente y su innegable alegría. Esa es y será su maravilla. Pero la Habana es una ciudad en crisis. Me sorprende que vaya a ser proclamada entre las 7 ciudades Maravillas del Mundo Moderno.

Ignoro los requerimientos que debe cumplir una ciudad para que se nombre entre tales maravillas, pero tengo claro lo que pudiese catalogarse como maravilloso. Y aunque toda evaluación pasa por el tamiz del ojo que califica, en el caso de una ciudad sería conveniente entre otras características tener en consideración como vive la gente.
Ahora me viene a la mente Olguita, una de mis vecinas en el Vedado, que durante años ha vivido junto a varias familias en un sótano donde el hacinamiento está a la orden del dia. Habría que preguntarle a Josefa, la madre de mi amigo Miguelito, el médico, quienes llevan toda una vida esperando vivir bajo un techo donde los días de lluvia no traigan goteras que le impidan dormir en las noches, o el caso de Pedro, el panadero que ha tenido que apuntalar las paredes de su casa por temor a algún derrumbe.
La Habana es una ciudad en crisis, porque tiene un enorme inventario de cosas disfuncionales: funciona mal el transporte, el drenaje de las calles, el alumbrado público, el comercio, el correo las comunicaciones, el servicio de agua potable. Funciona mal la policía y la indisciplina social es galopante. Prefiero no seguir enumerando calamidades. La Habana esta rota, sucia y abandonada a su suerte, por eso hoy sobran los que quieren abandonarla, y se asombran cuando suenan las campanas para nombrarla maravilla.