martes, 23 de junio de 2015

LA DEFUNCIÓN DE UN BURÓCRATA

Por Amael Rubio

Aquí hay burócratas de alto rendimiento, como se llama en Cuba a las estrellas del deporte. Esos que detentan cargos y “recargos” y quienes fácilmente, en su abreviado español, pueden hacer polvo (no precisamente de estrellas) cualquier humilde emprendimiento fuera de los límites de su influencia y poder.

Hay categorías de burócratas: los clásicos, que con el mayor respeto y en voz baja se les llama “vacas sagradas”,  o los profesionales (uno me declaró en cierta ocasión que no aceptaba ningún cargo o “recargo” si no tenía oficina-secretaria-y-carro…)
También hay burócratas de “menor cuantía”  sin los atributos mencionados; pero prestos a impedir que se cumpla alguna nueva resolución, instrucción  o circular que algún otro burócrata encumbrado haya conseguido parir,  en un rapto de buena fe, para facilitar o proveer la solución de un problema o asunto, de esos que también cumplen gloriosos aniversarios sin la alegre solución.
Burócrata-Ares

Les siguen los aprendices, otra estirpe lógicamente en ascenso;  como ejercicio didáctico y en su florido español monosilábico crean emocionados  la implementación surrealista del textico conciliador y consiguen hacerlo polvo. Debiera decir “cenizas” para evitar la repetición,  pero mi vocación de futuro incinerado me obliga a ser comedido con el término.

A todos los burócratas, excepto raras excepciones, se les puede etiquetar con la parte de la guaracha del talentoso Tony Ávila que dice: “que no fue a la loma”…y así.

Declaro con recelo que en ocasiones (por suerte, pocas) he ejercido la mencionada profesión como prueba de que pocos escapan ante tamaña provocación. Por algo me atrevo a figurar sobre el papel virtual el tema de marras; y a andar despacio el riesgo de tocar canciones del conocido D.R.

También hay burócratas internacionales e internacionalistas, opositores, exiliados, exitosos, y otros.

Recuerdo a una abogada en ejercicio (luchaba por bajar unas libras) a quién le quise estrujar en la pecosa y rubia cara la nueva ley de la vivienda, un día después de publicada. Sin el menor cuidado me escupió con triunfante incredulidad  – A eso le falta la implementación-. (“Luego supimos que era cierto…”).

Actualmente la leguleya tiene dos casas, un almendrón del  2007. Se trajo a los viejos de Pinar y sueña con un bufete particular. Ah y sigue gorda.

Muerte de un burocrata
Los burócratas se jubilan, no mueren como aseguraba Titón en su película. Tengo este amigo jubilado que disfruta de su chequera 100% - y de una “ayudita”– palabras suyas.  Tiene un enorme sofá rojo y variopintos pijamas.  Ve la Mesa en un HDTV más grande que la pantalla del cine Ideal de la calle Compostela y desde lo profundo de la “mullidez” se muestra implacable… y fiel. Sigue siendo un rabioso enamorado de los planes de medidas y de las comisiones permanentes (de implementación). Y aunque ustedes lo crean (uno está que ya lo cree todo) es uno de los que defiende a capa (sin espada) la eficiencia del transporte público de nuestra Habana. Lo ilustro con unas de sus más geniales interjecciones: –Qué bueno que andas en guagua, porque andar en carro se ha vuelto imposible en la Habana-.  Aún conserva su níveo Lada 2107 para llevar a la nieta a la escuela e ir al mercadito de 19. Ha tenido suerte de no tener que traicionarse al boteo como otros. –Eso hubiera sido desastroso-. Me asegura.

Alguien le regaló una Remington del 58, haciéndole la mejor broma del 2014, pero el tilda a los humoristas de “payasos” y por ello no se dio cuenta. En ella intenta escribir su biografía pero se queja que ha perdido digitación y que la columna cervical le hace trastadas. También el viejo equipo se sonroja ante el laptop de la nieta de mi amigo y se traba a cada rato con una sospechosa tos perruna.


 El asunto es que el documento no avanza como quisiera y me ha pedido ayuda con sus manuscritos a bolígrafo. Quiere también un diseño tipo boletín de CEP; e insertar algunas fotos de sus tiempos de forward del equipo de básquet del preuniversitario. Para mi fortuna, yo he dejado de amar tanto a los  burócratas y aunque me da pena no querer ayudarlo, me temo que como muchas famosas biografías, algo inevitable haga que la suya quede inconclusa (aunque puedo equivocarme).    

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