sábado, 21 de mayo de 2016

HablarlaHabana… 20 de mayo, 2016

Por Amael Rubio Acosta
Roberto… 
Te invito a ejercitar sobre google “la Habana se inunda”, en estos días que la lluvia ni se asoma por el Caribe y dan casi lástima esas hermosas neoyorquinas en la calle Obispo -rojas como cangrejas- bajo la endeble investidura del lino y el ojo cubano que las encuera. Pero es cierto; se inunda de cualquier aguacerito irrespetuoso y hay que correr a salvar enseres o a hacer fotos para redundar que es cierto. Se nos llena tanto de agua que los augurios de que se alcanzará la sobriedad eterna son desestimables. 

La Habana siempre se inundó de surrealismo y nubes oscurísimas, de gritos y de sábanas (blancas), de tipos raros y de maricones floridos, de guapos y “disparadores”, de carteristas y vendedores de mierdas, de policías orientales con novias jineteras, de pre-balseros, de opositores y de rostros: dobles, sencillos y triples como cuartos. De borrachos y santeros, de chinos y chinas. La ciudad también se nos colmó de otros orientales (no policías) y demostró que si resistía, por mucho que se repitiera lo contrario, (yo llegué un día en el Tren Lechero y tuve que vadear invisible los gritos de ¡Víbora! que me espetaban los boteros. Me fui a buscar, con el agua en las rodillas, una serpenteante guagua que por casi nada me diera un espacio pequeño frente al mar inundado de adivinadoras en la calle San Lázaro, muchos años antes de ser comido por esta bella Víbora que hoy deshierbo señor). 

Diseño Roberto Ruiz
Por fortuna un día descubrí a las mujeres que inundan la Habana. Las mujeres del cine, a Isabel Santos, habanera de Camagüey, o a Laurita (como dice la mía) de la Uz, una mujer del medio de la Habana; y ahorita mismo Ana de Armas (Tomar)… de aquí y de allá y quién sabe de dónde pero que me deslumbran como el brillo del agua que entra por mi salita haciendo dibujos alocados y buscando como gatos los rincones secretos. También las sumergidas mujeres del ballet, las Joyas, las finezas, las alicias, como huracanados vientos hembras. De ahí las Floras, las mujeres pájaro. Las voces, las Omaras, la Beatriz, las impuras, las piernas desaforadas, las grupas, que me llevan en vilo por la calle de Egido. ¿Dónde cabe tanta mujer de luz? Es normal que se salgan, se desborden.

Renacimos en el 671 de Compostela entre Luz y Acosta, casi bajo el Arco de Belén y las tardes del cine Ideal nos llevaron con Cantinflas a probar nuestra suerte de habaneros y a escribir versitos para que naufragaran sobre el agua que se escapa ya incapaz de dibujo, gorda y mezclada,(-no te mojes, no importa, son sus versos-…) amenazante. El agua es la primera escuela y el primer ejercicio de fuerza por la mínima espiral. El agua corre por la luz y alguna vieja mansión se desploma y cobra a los pobres inquilinos con algún que otro hueso. Aunque la cuidad es un salvavidas y morir se vuelve un martirio en esta urbe. De ahí nos fuimos lógicamente ilesos, ya ciudadanos, habaneros. 


En la Habana la zanja real se convirtió en calle y en asunto turístico. La ciudad se inundaba antes de nacer Habana y antes de ser famosa y ciudad maravilla y hayan vuelto las americanas y los americanos a brincar charcos y a guarecerse bajo las columnas de Alejo, alumbrados de asombro bajo las luces de Alejo, carpintero de música y texturas y hombre de nube negra y de tormenta que viene del mar avistada demasiado tarde, sin pronóstico seguro…Mar de fondo de hombre y mujer que fornican bajo la vida infirme (mientras más llueve más fornican). 

-Ya veremos, cuando la luz se recolore, los estragos del agua. Ya nos resarciremos de la buena suerte que trajo. Ya escribiremos otros versos mejores cuando se salga el agua –

Se lava a fondo la Habana cuando se inunda y luego brilla renovada y pulcra.

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