Por Amael Rubio Acosta
A Cerviño y
Castellanos, par…
En la
librería de la calle Obispo hay bellas mujeres revoleteando entre los estantes.
Andan de ajuar breve, con el pelo en desorden. Con aparente inteligencia y
cuidado hojean los textos con olor a pegamento caro. Seguro que exagero.
Probablemente sean mujeres descuidadas que fingen intereses literarios para
atraer a algún joven talento que les suba la falda, o simplemente madres en busca de un texto que sirva de
pócima para calmar los bríos de esos niños que en Cuba a veces llamamos
“chiquillos” con un espacio en blanco detrás o delante, para agregar términos
como “malditos”, “insoportables” y hasta
“cabrones chiquillos” (con perdón).
Pero yo
tengo el mal de que por cualquier causa las mujeres me parecen hermosas.
Excepto la que no tiene causa alguna, pobrecilla. La vista me engaña a cada
rato y donde debería ver brujas veo otra cosa mejor. Por suerte casi siempre
corrijo el tiro. O simplemente: no tiro. Estoy por los años del preparen…apunten, pero de fuego nada. Más
bien despreparen y desapunten.
El asunto es que voy casi todos los días a la
librería Fayad…y no a revolotear (aun siendo otra época, “revolotear” para
nosotros siempre ha significado algo raro)…voy a ver libros. Así con todas las
letras, porque según las solapas los precios de los buenos libros compiten,
cuando menos con los del paquete de perros calientes. No puedo negar que leer
es nutrirse, pero no precisamente de proteínas, grasas y carbohidratos como lo
requieren las ancestrales normas de la sobrevida.
Un pequeño burócrata cubano del 2015, no puede
aspirar a mayor concentrado sanguíneo y mucho menos a un buen texto si el
presupuesto viene solo de su salario estatal. Así que simplemente me abstengo
de comprar y solo cumplo el rito del paseo literario libre de gastos, (y casi
de energía corporal, lo hago a paso breve y respiración pausada). Primero
despacito por los títulos: los infantiles, encantadores: el cangrejo ermitaño,
a escobazos con los caballos, damitas crueles, las magas en la cocina… (en días
festivos le compro alguno a los nietos y les borro el precio con cuidado).

Luego paso por los estantes de los narradores,
los ensayistas y el resto (los historiadores, los científicos, los políticos,
etc.) y finalmente por el de los poetas -mis preferidos-. Primero los cubanos y
luego los otros (qué cubano-cubano no cree que Cuba es el centro del
universo). A veces encuentro un texto de
algún amigo, a los amigos los trato con “deferencia” y confiado les leo un par
de versos. Una vez le dije a Soleida (Ríos) en medio de una noche caldosa de
Santiago. “-Yo a Ud. la admiro, aunque a veces estoy cansado-” Justificando que
pescaba improductivo en las profundas aguas de
aquella discusión de “alta poesía”.
Luego hasta me plagiaron la frase.
Hoy leí en su libro ESTRIAS: “todos mis libros son iguales y tienen los
dientes amarillos igual que el sol…”
A veces me dan ganas de comprar alguno. Pero no
es solo por el dinero, también parece que me he quedado leyendo los mismos
libros de la juventud. Aquellos que me recomendó allá por el año 74, Efraín
Nadereau, parapetado detrás de un resplandeciente sello de la UNEAC en el lado
izquierdo del pecho… y luego todos los que se han ido atravesando en mi camino
por tantos años. Aun prefiero textos sostenidos en el aire por algún arriesgado
equilibrio de ficción, algo con túnico blanco de gasa trasparente que se le vea
la música del cuerpo. Hoy hallé uno: Las Comidas de Lezama. Me quedé con ganas
de comprarlo, pero no alcancé a los 15 pesos.
Mi amigo Amael se ha montado en este tren para contarnos cosas de su vida en La Habana, y casi sin pensarlo, o de mucho pensarlo, nos esta dando pinceladas y guiños de lo que está ocurriendo ahora en la isla. Con un humor delicado y sonriente,nos ha regalado esta vez una pequeña alhaja que a mi me ha hecho saltar una sonrisa. Sonrisa que en mis adentros se convirtió en carcajada y luego me trajo a una reflexión. Espero que a otros como yo les pase lo mismo.
ResponderBorrarRobert, Por lo leído, Portland se ha convertido en lo que hasta hace poco fueron para ti Mérida, La Habana, y el Guantánamo fundacional. Qué sea por mucho tiempo. Seguimos en el tren lechero hermano...
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